“BOYHOOD”: 12 AÑOS DE VIDA EN UNA PELÍCULA

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Parece que todo está ya inventado en el cine, pero no es así. En los últimos años, películas como “La Vida de Pi”, “El Atlas de las Nubes” o “Her” nos han demostrado que todavía existen cineastas que están dispuestos a arriesgarse y salirse de las historias y los planteamientos comunes para ofrecer al espectador películas distintas. Estas obras van más allá del simple visionado; crean sensaciones nuevas y hacen que el espectador siga pensando en ellas tiempo después de haberlas visto. Son películas que se convierten en experiencias.

Experiencia es la palabra que mejor define a “Boyhood”, lo nuevo de Richard Linklater, una peli distinta a todas las que se han hecho, algo muy especial. Linklater es un director fuera de lo común, siempre experimentando y siempre interesante. De su filmografía, destaca la trilogía (trilogía de momento) de “Antes de…” (“Antes de Amanecer”, “Antes del Atardecer” y “Antes del Anochecer”). La primera se rodó en 1995 y cuenta cómo dos jóvenes, él americano y ella francesa, se conocen en un tren mientras viajan por Europa y pasan juntos una romántica noche en Viena que les cambiará para siempre. La segunda y la tercera parte se rodaron en 2004 y en 2013 y en ellas volvemos a pasar un día con estos dos personajes y vemos los efectos que ha tenido el inevitable paso del tiempo en sus vidas y en su relación.

El paso del tiempo vuelve a ser el protagonista de “Boyhood”. Linklater nos cuenta esta vez el crecimiento de Mason, un niño normal y corriente, desde los 6 hasta los 18 años, y lo hace como ningún otro director de cine lo había hecho antes; la película se rodó de forma intermitente durante 12 años con los mismos actores y con el mismo equipo técnico. Ver crecer a nuestro protagonista y a su familia de forma real, sin maquillaje o sin cambiar actores, hace que se conecte con estos personajes y con sus vidas de una manera muy especial. Acompañamos a Mason durante sus primeros años de vida y vemos sus buenos y sus malos momentos; le vemos se mudarse a otra ciudad, hacer amigos, lidiar con el divorcio de sus padres y con sus nuevas parejas, ir al colegio, a la universidad, sus primeras fiestas, su primer amor, su primer desengaño… todas esas cosas, grandes y pequeñas que pasan en la vida y que nos hacen ser quienes somos.

Se podría decir que a la película, a veces, le falta algo de emotividad, pero esto ocurre porque la cámara de Linklater es un mero testigo de la vida de Mason, que como la de todos, está llena de experiencias buenas, malas, y también de momentos intrascendentes. Esta intermitente falta de emotividad desaparece por completo durante la última media hora; atención a la última conversación que Mason tiene con su padre, la mejor escena de la peli.

“Boyhood” dura casi tres horas, pero no se hace nada larga, al contrario. La película acaba cuando Mason va a la Universidad, pero me habría gustado pasar más años con él; quizá hasta que se graduase, hasta que se casase, hasta que tuviera un hijo… Esta película es todo un viaje y Richard Linklater se merece desde ya el Óscar al mejor director por esta gran película que va creciendo en ti después de haberla visto.